miércoles, 29 de septiembre de 2010

Estas son mis herramientas

Vas a ver que desde acá, solo me puedo mostrar con estas herramientas. Hasta donde me alcance con ellas a explicarte, a describirte, a animarme a contar.

Puedo construir con ellas las amenazas más temibles: bombas, proyectiles, agravios, blasfemias y prevenir tus represalias entretejiendo fortalezas, barricadas, silogismos y argumentos verosímiles, filosos, estratagemas que sólo ellas pueden crear.

También puedo elegir otro camino, y mostrarte algo probablemente más artesanal. Edificar con ellas otro tipo de encuentros, relaciones, metáforas y sentimientos. Otras intenciones, otros fines.

Cualquiera sea el motivo, estas son las herramientas. Las que me alcanzan. Aunque trato de ir buscando nuevas cada día. De ir adquiriendo nuevas habilidades en su uso. De mejorar constantemente para que sean tan mías como una extensión de mi. Pero es en vano. Por más que lo intente, mis palabras solo pueden dar forma a una pequeñísima parte de todo lo que soy en verdad.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

las letras



Cuáles serán al final de mis días, las más usadas. Cuántas veces habré escrito la palabra amor, o Dios, o vos. Estadística inútil, improbable, como la belleza de utilizar un lápiz para cada carácter. Tal vez necesario ejercicio para un juicio final, ese que inevitablemente confrontará al final de mis días, si las letras que forman M-E-M-O-R-A-N-D-O, fueron plasmadas en ese orden, en un número infinitamente superior a las que forman P-R-I-M-A-V-E-R-A, o L-L-U-V-I-A. Quizás sea un ejercicio importante el de llevar algunos registros en ese caso. 

Por lo pronto, voy descubriendo que usar un lápiz incorrecto podría llevar a equívocos peligrosos, como escribir INFIERNO en lugar de INVIERNO, o PISTOLA cuando en realidad quise pedir una PISCOLA. 

Pobre W. Ahora que la pienso, ese lápiz debe estar casi intacto. No me llamo Walter, ni Waldemar, tomo poco Whisky, y no hablo de Watts. En cambio la J y la F... 




lunes, 13 de septiembre de 2010

el ciudadano promedio estafado

Cada cierto tiempo aparecen en la tele, o en los diarios. El ciudadano promedio, pobre víctima de un sistema cruel y despiadado, que utiliza sus peores artimañas, sus más viles engaños, para aprovecharse de este trabajador abnegado, de esta dueña de casa sacrificada, de aquella pareja inocente.

Los engañadores son malos, pérfidos y crueles. Se aprovechan de la ingenuidad de estas pobres personas. Y luego de su engaño, desaparecen, seguramente riendo a carcajadas de la ridícula situación del estafado. Y dejan a nuestro ciudadano promedio mirando tristemente con cara de ternero degollado.

Y es verdad, todos de alguna manera hemos caído tal vez en alguna pequeña estafa. Sin embargo, salvo aquellas veces donde realmente alguien se aprovecha de nuestra buena voluntad, (digamos por ejemplo cuando alguien cae en la típica estafa del falso epiléptico que necesita pagar sus medicinas), la mayoría de las veces que el ciudadano promedio es estafado, lo hace porque él también percibe que podría ganar algo, sacar una ventaja inusitada, hacer algo que le daría una cierta posición de privilegio respecto del común de los mortales.

El ciudadano promedio se queja de que lo estafaron pero...

- lo estafaron porque quería comprar una película trucha en la cuneta y vino en blanco, sin nada grabado, - o porque compró en la calle un libro sin la mitad del texto.
- o porque no le quieren cambiar aquella prenda que compró sin boleta.
- o porque creyó de verdad que le iban a compartir un número de lotería ganador.
- o porque está convencido de que ganó un concurso telefónico en el que nunca participó.
- o porque está convencido que puede comprar un notebook por 50 lucas, en una población.
- o porque le va a ganar al pepito paga doble...

La lista es infinita... el ciudadano promedio es víctima de su propio afán de querer ganar ventaja. Admitámoslo, a veces pagamos por querer pasarnos de vivos. Y porque vemos lo que queremos ver. O creemos lo que queremos creer, aunque la razón nos diga que es totalmente inverosímil.


Imagen de: http://i.imgur.com/HWKW3l.jpg

viernes, 3 de septiembre de 2010

ejercicio holístico.

Ir al centro de Santiago es una experiencia notable. No importa cuántas veces vaya. Siempre me quedo con algo nuevo. Un edificio. Un olor. Un personaje.
Hoy fui caminando desde Avenida Italia. Parque Bustamante y las luces de la ciudad un día después de la lluvia torrencial. Cruzar y Lastarria con ese look parisino cortado de cerca por un cerro infinitamente verde, único, latinoamericano. Los estudiantes de turno y una pareja de uniformados que pololean. Siempre el contraste y el descubrimiento. Después Monjitas y la calle del museo. La ciudad cosmopolita. Los metales pesados, las tiendas de arte y los bares gay friendly. Las ondas, las zapatillas de colores y las bicicletas con marcos de carey en los anteojos con sombrero y jeans. Las hormonas en ebullición a través de los vidrios oscuros, a medida que los cafés van transformándose de a poco en un Kintaro o en un almacén. Y después es menos París pero igual Buenos Aires, pero siempre Santiago. Y sopaipillas. Y maní confitado. Y calles peatonales. Quioscos de revistas que sea caen con ediciones de hace siglos. Comida china. Cafés de vidrios oscuros. Siempre buscando señoritas. Payasos y malabaristas con una esfera de cristal. Un poco de vértigo vestido de ciudadano anónimo. Un poco de cuidar la billetera y el iPhone, que de ida es Gepe y queda perfecto cuando tapa el ruido de las micros y las secretarias, y de vuelta es Modest Mouse, y suena bien igual aunque es un poco de contraste. Plaza de armas, y pollo frito, bolsos de viaje en una tienda, ajedrez y predicador. Perro con un sweater que duerme en el semáforo. Escolares que silencian mi música con su alegría. Comida rápida comida rápida. Muy rápida antes de que sea la hora de volver a los ascensores con botones de bronce. Y otro botones en la puerta de ese club que no es café pero sí piernas. Y mira con cara de inocente invitándome a pasar. No alcanzo a mirar todo. Me quedo con un farol que alguna vez fue un lujo. Y con un ciruelo en flor que sobrevivió al vendaval de agosto. Santiago. El centro de Santiago. Tan mío también, después de tantos años.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El ciudadano Promedio

Hace tiempo que vengo pensando en una manera de describir a una cierta parte de la sociedad, esa que probablemente no constituye la gran masa crítica, pero que por sus características termina siendo muchas veces la vara con que medimos a ciertas características del ser nacional (independiente de su país).

Es, tal vez una caricatura, que muestra grotescamente los aspectos que no siempre queremos ver, pero que son los que dan la nota, los que terminan siendo noticia, tal vez revelando el morbo que nos genera ver a través de los medios lo más penoso de nuestra manera de ser sociedad.

El otro día lo vi en una trailer de película infantil, donde el superhéroe se dirigía a un pequeño personaje de la multitud diciéndole "ciudadano promedio". Y me pareció muy acertada esa manera de referirse a ese ser anónimo que por 30 segundos destaca de la muchedumbre a la que pertenece, y es famoso por un rato en un video de youtube, o haciendo el ridículo en una cámara oculta, o en un reportaje de domingo por la noche que toma a los paseantes que regresan a la ciudad y están atascados en el tránsito.

A ese ciudadano promedio quiero dedicarle este pequeño espacio, porque en él veo retratados muchos, tantos, demasiados de los pormenores de que tanto nos quejamos. Salud ciudadano promedio! Tú, yo, tantos otros...