martes, 5 de junio de 2012

Déjenme ser hombre. Déjenme ser papá.

Me cargó el comercial de Falabella para el día del Padre. Ese del niño que saluda a su mamá por el día del padre. Sé que el target son mujeres. Sé que son las que compran ahí. Sé que hay muchas mujeres en Chile que son mamá y papá a la vez, y que se esfuerzan y paran la olla ellas solas. Lo sé y lo reconozco. Por favor, quiero dejar en claro eso.

Pero si Falabella habla del día del Padre, que sea un poco más inclusivo. Haga una versión para papás hombres también. Parece que somos pocos, pero existimos.

¿Por qué de pronto siento que ser hombre, heterosexual, padre de familia, baboso por sus hijos, amante de su mujer, guatón y parrillero es como si fuera un pecado? ¿En qué momento eso se transformó en algo del pasado?

Falabella, empresas en general, creadoras de día-del-que-sea, no me dejen sin día del Padre, no me dejen sin un espacio para ser...

Sé que no me cuido la piel, que dejo los cajones abiertos, que no me depilo las cejas, y que mis olores a veces dejan mucho que desear. Y que no soy todo lo buen padre que el imaginario colectivo dice que debería ser.

Pero amo a mis hijos. Y me encanta el día del padre, y los portarretratos con fideos, y los corbateros de madera pintados con témpera para colgar vacíos porque no uso corbata. Es más, no sólo me gusta el día del padre, me gusta todos los sábados a la mañana cuando mis hijos se meten en mi cama y me arrugan el diario que nunca alcanzaré a leer. Y me gusta cuando un hijo me mira con cara de lo logré, después de haberse atado el zapato por primera vez solo. Ni hablar del placer que siento cuando todo transpirado veo que por fin salió andando en bicicleta. Todo eso es mío. Y es solo una pequeña, infinitésima parte de lo que es ser padre. Una parte cliché, si se quiere. Pero tremendamente mía.

No me lo saquen. Falabella, quiero ser hombre. Quiero seguir siendo padre. No me saquen también ese día.