lunes, 26 de noviembre de 2012

de la soledad y la montaña

Hace más de quince años que atravieso la Cordillera de los Andes cuatro o cinco veces al año. Y cada vez que paso por ahí, es esa sensación de inmensidad y de silencio. Siempre siento que el viento llena todos los espacios, y que es imposible no encontrarse, si uno se toma el tiempo para detenerse un par de horas, o mejor, por algunos días, en esa infinitud.
Podría pensarse que es un lugar solitario, y posiblemente así lo sea. Sin embargo, cuando estoy ahí, es imposible sentirme así. Siento por alguna misteriosa razón que estoy más conmigo que nunca. Como si fuera un lugar místico que me oprime el pecho suavemente para ver en las miles de siluetas, colores, sombras y espacios, un poco de mi vida.
Vi esta foto y me acordé de eso. De la sensación de estar físicamente tan solo como sólo podría estarse en un lugar como la montaña cuando estás solo, y sin embargo, sentirte más acompañado que nunca.


martes, 20 de noviembre de 2012

con Sumo respeto

Con mis hijos más grandes hemos ido creando una especie de clase "extracurricular" cuando vamos al colegio en la mañana. Para escaparnos de las noticias o las melodías chillonas en la radio, y quizás como una forma de contarles la música que tanto me apasiona, cada semana tenemos un "invitado" diferente. Músicos de lo más variado, porque han pasado expresiones tan distintas y distantes como Queen, Pink Floyd, Los Piojos, Ella Fitzgerald, Aerosmith, The Beatles, Santiago Benavidez, Beethovenn, sólo por graficar que no seguimos un criterio ni una lógica, sino más que nada lo que va saliendo en el playlist o lo que a cualquiera se le ocurre. Privilegios de un mundo conectado a la música infinita gracias a un celular con plan de datos.

Esta semana le tocó el turno a Sumo. Para mí, una banda de culto. Adolescencia indolente en estado puro. Rebeldía al estilo Universitario Central. Para ellos, una cosa inexplicable. No se animan a decir que no les gusta; tal es mi entusiasmo cuando les voy mostrando Heroin, o Mañana en el Abasto, o la Rubia Tarada, o los covers geniales de Marley o Lennon. Pero sus caras me explican que les resulta incomprensible.

Son de una generación donde la forma es casi lo esencial, y en Sumo eso es totalmente superfluo. Debe ser que mis grabaciones son realmente de baja calidad, lo que para mí enriquece la experiencia de la nostalgia. Y claro, la música es un contexto también. Como las revoluciones o los movimientos sociales. Inútil mostrar en frío una banda sin explicar un momento de un país, de una generación, de un paradigma de juventud que se caía a pedazos. Y ahí en la explicación de esos momentos -explicación totalmente subjetiva por cierto- me doy cuenta que cada mañana no vamos solamente escuchando música; vamos entendiendo historias. Y el ámbito de la música deja de pertenecer sólo a la melodía o a la calidad de la grabación y empieza a construir una escena más amplia,  más trascendente.

Me siento más cerca de mis hijos así, hablando de estas cosas, que es hablar también de nosotros y de quién somos. La música, como quien escribe sobre paraguas en desuso arrojados al Sena, o pinta la Cacería de Mamuts en las cuevas de Altamira.