Desde que el terremoto llego a nuestras vidas, ha ido removiendo diversas estructuras, unas más visibles que otras. No quiero repetirme, ni seguir dándole vueltas a todo lo que se habla en todos lados.
Sólo me detengo a reflexionar, sobre un hecho que quisiera definir como insólito.
Es inevitable a estas alturas, que cualquier conversación entre dos personas que vivan desde la V Región hacia abajo en Chile, en algún momento se refiera a "cómo viviste/dónde estabas/qué hiciste/con quién estabas durante el terremoto".
Podríamos decir que es ya un tópico común.
Lo insólito o lo novedoso del caso, al menos para mí, es que dentro de las múltiples situaciones que he escuchado de distintas personas, una reacción recurrente al momento de sentir que el mundo se movía, fue (parafraseando la respeusta): "Yo lo único que hice fue quedarme esperando, mientras sostenía el plasma"
Parece gracioso. Parece casual. Pero cuando tantas personas responden de manera inmediata y sin pensarlo con ese tipo de reacción, es inevitable que concluya pensando que el plasma es probablemente, lo más valioso en las vidas de estas personas.
Aparentemente, es una pertenencia cuyo resguardo bien merece resistir en pie un cataclismo de proporciones. Y es la más importante. O sea, me atrevería a pensar que cientos o miles de personas prefirieron quedarse sosteniendo con fuerza su televisor de pantalla plana de no sé cuántas pulgadas, en lugar de salir a buscar hijos, o de abrazar parejas, o de salir corriendo, o... lo dejo a criterio de tu lista de prioridades en la vida, querido lector.
Evidentemente en momentos como esos, todos sabemos que uno reacciona con los instintos más básicos, echando mano a lo primero que identificamos como lo esencial, lo que no podemos permitirnos perder, olvidar, o dejar atrás. Miles de personas, prefirieron cuidar su Plasma. Por eso me pregunto hoy en un estúpido juego de palabras, sobre los valores que nuestra sociedad plasma...
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