sábado, 26 de diciembre de 2009

Avatar - ¿Pocahontas?

Hace unos días fuimos con mi mujer a ver Avatar.
Conste que ella estaba más entusiasmada que yo con el programa. Yo simplemente me dejé llevar. Después de todo, nunca me mataron ese tipo de películas. Lo confieso: la ciencia ficción no es lo mío en términos cinematográficos.
Pero debo aceptar que la película me sorprendió gratamente. La capacidad de crear un mundo totalmente paralelo al nuestro tan lleno de luz, es sorprendente. Disfruté muchísimo con esa "cosmovisión" de un mundo paralelo. Mis felicitaciones para el director, y para todo el equipo que trabajó por más de diez años para dar a luz semejante proyecto.
Pero me parece que estuvieron trabajando tantos años, para lograr la forma, porque el fondo, me hizo acordar demasiado a la historia de Pocahontas. ¿Alguien se acuerda? John Smith va en plan de ganador a conquistar el nuevo mundo, y oh sorpresa, se encuentra con Pocahontas que además de enamorarlo le muestra la conexión que hay entre los seres humanos y la naturaleza, en un orden perfecto (en un ciclo sin fin, diría El Rey León). Ahí el joven conquistador-conquistado tiene una suerte de epifanía y descubre que su manera de ver el mundo estaba equivocada y en fin, todo lo demás lo dejamos ahí para quienes no hayan visto la película. Cuando vean avatar, acuerdensé de que Jake Sully es John Smith... Notable! Despúes de todo es un tema en el cine, la del tipo que se va de viaje y se descubre a si mismo, o descubre la verdad en su camino. Algo así como una road movie.
Igual, qué pena que ni Pocahontas, ni Avatar, ni el calentamiento global, ni nada, nos haga tomar conciencia de verdad de lo que estamos haciendo con nuestra vida...

martes, 15 de diciembre de 2009

El Arte /de/vs/&/ Macanudo 7 ¿Cómo se convive con la fama?


Esto pasó el viernes pasado. El 11. No tiene ninguna pretensión de ser una crítica literaria, ni mucho menos -y desde luego-, una crónica gráfica!
Estoy en Buenos Aires, y por una de esas alineaciones cósmicas (como se dice por ahí), coincidió mi viaje con la presentación de "Macanudo 7" de Liniers y "El Arte" del catalán Juanjo Sáez. Ambos libros editados por la editorial Común, emprendimiento osado y a riesgo familiar del propio Ricardo Siri Liniers.
Así que partí con dos de mis hijos a disfrutar de esa maravillosa "coincidencia". El pobre Liniers hacía las veces de presentador de Juanjo, que claro, no es para nada conocido en el medio local (ni en los lados tampoco!)
De hecho la mayoría de los presentes íbamos más que nada a reencontrarnos con Macanudo y Liners; esa era la expectativa principal. No así la del presentador de Editorial Común, que se complicaba entero para poder generar una cierta equidad en la atención del público y en sus preguntas, que además estuvieron -estuvimos- bastante tímidos. Así transcurrieron los 3/4 de hora de esta presentación, y al final nos avalanzamos hacia una fila que desproporcionadamente pedía la rúbrica ilustrada de Liniers, y en una considerable menor medida la de Juanjo, que al rato estaba paseándose por ahí, como esperando que todo terminara pronto.
Tengo que decir, que inicalmente compré el libro porque me dio apuro. (También me dio apuro comprarlo porque estaba más caro que Macanudo). Pero ojo, lo vale!!! Creo que todos los que sentimos un mínimo de atracción por ese fenómeno tan esencial e inherente al ser humano como el Arte, en alguna medida deberíamos leerlo. No porque sea un tratado del arte, sino porque inevitablemente nos identificamos con su manera de mirar el arte, de disfrutarlo, de sorprenderse, de intentar explicarlo a alguien tan complejo y tan exigente como una madre... Recomendable.

Pero lo que principalmente motivó este posteo, fue Liniers. Liniers y su Macanudo. Ya el séptimo. No porque sea mejor o peor que los demás. Como él dijo, "Y... es un nuevo Macanudo". Me pareció interesante el fenómeno. Siempre me imaginé que la gente que dibuja comics, tiras, historietas, teveos, etc., era gente de pocas palabras. Tengo la misma opinión de los artistas. Siento que expresan su manera de mirar el mundo en su trabajo, y si fueran mejor hablando que dibujando o contando historias ilustradas, se dedicarían a dar discursos.

Ricardo, me voy a permitir llamarlo por su nombre, me mostró esa clase de persona que está muy consciente de ser un fenómeno. Una consciencia que es esencial para ese tipo de situaciones. Se nota que Liniers ya tiene 7 Macanudos en el cuerpo. Y otros tantos recitales con Kevin. Se nota porque se sienta frente a un micrófono, y no es el artista monosilábico críptico. Se sienta y habla con aplomo. Con cancha. Pero a la vez, busca seguir siendo el Liniers de siempre. No quiere ser más que lo que es. Mira de repente porque su papá está entre el público. Y su papá lo mira orgulloso, como si su hijo estuviera ganando el primer premio en la feria de ciencias del colegio. Eso lo hace humano, cercano, real.

Hace un tiempo, Juanes llegó a Chile para participar del Festival de Viña del Mar y cuando salía del Aeropuerto, iba con su guitarra colgando del hombro. Pensé para mis adentros que era una pavada. Que a esa altura de su carrera eso de llevar la guitarra colgando como un hippie por la playa era una pose, porque seguro tenía 20 asistentes que le llevarían las cosas. El viernes Ricardo Siri Liniers llegó al Ateneo de Florida, con su morral colgando, barbudo, medio despeinado igual que siempre. Y a él le creí. De alguna forma me acordé de Juanes y me hizo revisar esa opinión o ese prejuicio que tuve en su momento  y me dije: ¿por qué no? Después de todo, cuando la vida empieza a parecerse a un torbellino de cosas que nos pasan, no está tan mal querer seguir siendo el de siempre. Al contrario! Cuántos artistas, actores, políticos, rockeros, futbolistas, publicistas, abogados, contadores, amas de casa, deberíamos mirar en qué momento dejamos de ser nosotros... Gracias Liniers, por recordarme las cosas que te pasan si estás vivo!

lunes, 7 de diciembre de 2009

como en los juegos electrónicos.

A veces me pasa
que cuando creía que había avanzado tanto,
que había evolucionado,
que había superado los escollos,
que ya solamente quedaba pasar
por la puerta de salida de una etapa,
como en los jueguitos electrónicos;
un tropiezo.
Y es volver a empezar.
Otra vez.
De cero.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Miguel!



Miguel... no sé por qué me puse a pensar en él, dice Andrés Calamaro. Y yo escuché justo hace unos días esa canción que tanto me gusta, seleccionada por mi amigo el Puli y su dolor por el abuelo que se  va. Fue escuchar esa canción y la melancolía se me vino encima. Los recuerdos de una epoca tan maravillosa como la del colegio, el Piriápolis, el coro, el fulbito, los amigos a muerte y jugar a lo prohibido y no te vayas a caer o que no te atrapen.
Jugábamos a ser grandes con un cigarrillo en la mano y cara de circunstancia a la salida del colegio, pero no sé por qué creo que siempre contenidos, o al menos con esa sensación de que nada era tan peligroso que pudiera hacernos mal. Hasta que sí. Hasta que sí nos hacía mal. Y varios hoy ya no están. Y nos fueron mostrando que no todo era tan inofensivo. Que la velocidad y las drogas y el sexo y el vino y el vértigo y todo eso que parecía tan divertido, sí te podía matar. Y de verdad. Y al final todo lo que significaba el Rock & Roll de verdad, es decir no el MTV, totalmente brandeado y editado para todo público, sino el de la subterránea realidad, sin anestesia, sí te podía llevar a ese lugar que parecía inexistente.
Y así pasé por tantos recuerdos, como suelo hacer cuando una canción ejerce el efecto máquina del tiempo. Pero esta vez, me acordé de los que se fueron. Los que ya no están. Los que marcaron un mojón en nuestras vidas para avisarnos que en esa curva, era mejor bajar un cambio, y algunas veces seguir la huella. Después de todo, podés desviarte un poco, pero sabés que cuando vas por un camino de montaña, al borde de la curva, es muy posible que haya un precipicio.
Para todos los que ya no están, ¡Gracias!