
Había pensado sentarme a mirar cómo se calmaban las ondas en el agua, después de mi impulsiva intervención de la semana pasada en el mundo de la comunicación viral, las cartas abiertas y las inesperadísimas repercusiones.
Pensé que había dicho todo lo que tenía que decir. Al menos a la persona que motivó mi carta. Pero leo los cientos de comentarios de tanta gente que apoyó desde su lugar esta iniciativa, y me encuentro en el medio con otro argentino que es, precisamente, lo que cuestionaba en la figura del Señor Maradona. La de ese argentino que desafortunadamente, es tan ruidoso, tan poco mesurado, tan poco conciente de sus propios límites, que como el elefante en el bazar, atropella todo a su paso, y empaña la opinión que en el resto de los países se tiene de los argentinos.
Me refiero a usted, Ricardo, de quien no conozco el apellido. Lamentablemente para usted, y para todas sus hipótesis conspirativas, sí soy argentino. Probablemtente leyó en mi perfil que vivo en Chile, y con esa información asumió, sin más datos, que soy chileno.
Pero no señor. Soy argentino. Formo parte de una Argentina que probablemente usted desconozca. Una Argentina que no esta gritando maleducadamente, de forma despectiva a la gente que tiene a su lado para poder resolver mis conflictos de inferioridad no resueltos.
Quisiera ahorrarle unos minutos de su tiempo, anticipándome a responderle el cuestionamiento de qué derecho tengo a hablar de Argentina si vivo en Chile, o probablemente qué hago por mi país, cierto? Y quiero contarle, que lo que hago con mi país, es precisamente esto. Defenderlo. Trabajar todos los días en lo mío buscando la excelencia, para que la imagen de mi país, de la gente de mi país, no sea la de un desaforado incontinente que tiene que insultar a los demás para defender su posición. Y creamé que hay mucha gente, mucha más gente de la que usted sueña, que hace lo mismo en Argentina, en Chile, en cualquier lugar del mundo.
Ricardo, si de verdad cree que debe defender a Argentina, hágalo con altura, como lo hicieron nuestros abuelos, nuestros padres. Como lo hace tanta gente todos los días. Hágalo trabajando. Hágalo siendo mejor, superándose a si mismo. No hace falta hacer un piquete. No hace falta patotear, ni denigrar, ni insultar, ni presionar legislando, ni construir su verdad destruyendo la del otro. Eso es lo que nos ha llevado a ser lo somos hoy como país. ¿Todavía no se da cuenta?
Mire hacia los lados, porque hace tiempo que "Argentina, el mejor país del mundo", se quedó dormida mirándose el ombligo, y nos están sacando mucha ventaja esos que usted mira en menos. Y no porque sean mejores, sino porque se dejaron de estar llorando y se pararon y se pusieron a trabajar. Algo que en su país, es decir en mí país, muchos todavía no entienden.
Ricardo, lo invito a pensar cada día, qué puede hacer usted por dejar bien parada a Argentina. Eso es lo que estamos haciendo estos otros argentinos, estos tantos millones de argentinos que para usted no existen, pero que siguen sosteniendo a nuestro país, a pesar de la gente que actúa como usted.